La Plataforma Fuegos Nunca Más asegura que los vecinos de Berrocal se sienten olvidados 15 años después del incendio forestal

por Juan Antonio Hipólito Domínguez / 27 de Julio de 2019 / Publicado en Cuenca Minera, Medio Ambiente, Política

La Plataforma Fuegos Nunca Más de Berrocal, surgida tras el devastador incendio que arrasó más de 35.000 hectáreas en 2004, hace un llamamiento a la Administración andaluza para que tome conciencia de las necesidades de las zonas rurales, como Berrocal, cuyo desarrollo autónomo se vio truncado por el gran incendio forestal de hace quince años. Para revertir la actual situación de despoblamiento (de 450 en 2004 apenas quedan 180 personas residiendo en el pueblo), y recuperar de forma sostenible la fuente de recursos económicos, que daría nuevamente independencia a Berrocal, volviendo a ser un lugar para la vida y trabajo de generaciones venideras, solicitan un apoyo económico similar al que se hace en el sector de la agricultura, y es tan necesario para el alcornocal y la dehesa, con el objetivo de reactivar nuestra cultura y economía del corcho.

Según informan desde la propia plataforma a través de esta nota de prensa, “fue un golpe mortal a la naturaleza y a un medio de vida rural en el que el corcho, la apicultura y la ganadería eran las principales actividades económicas que constituían el sustento de la vida de los pueblos, en especial, de Berrocal. Ayer se cumplieron quince años del incendio forestal más grande y devastador que ha ocurrido en Andalucía, el de 2004 conocido como el incendio de Minas de Riotinto, que afectó a las provincias de Sevilla y Huelva. Devastó 34.291 hectáreas de monte, acabó con la vida de dos personas, afectó a 13 municipios en total”.

“La columna de humo se vio venir por el Barranco de Bajohornillo y poco tiempo después las llamas saltaron el río Tinto y cercaron al pueblo en unos momentos. Aquellos instantes de angustia y de zozobra quedaron marcados para siempre en el alma de su gente, la evacuación hacia Zalamea, el abandono de los hogares y de los animales” Manuel Márquez, vecino de Berrocal.

Tras estos quince años, desde la local Plataforma Fuegos Nunca Más tienen la sensación de haber sido olvidados y abandonados por las administraciones, europea, española y autonómica, que sumaron esfuerzos tras el incendio y planificaron inversión de 78 millones de euros en tres actuaciones a realizar en la zona. “La primera, el plan de emergencia, para retirar la madera quemada; la segunda el plan de restauración forestal, para sustituir el cultivo intensivo del eucalipto y diversificar las masas de pino; y por último, las medidas compensatorias”, enumeran.

Con el plan de emergencia se obtuvieron 71.958 metros cúbicos de madera que fue aprovechada por la empresa pública Egmasa, ahora Amaya, y vendida a diferentes fábricas con el objetivo de reinvertir en la zona el montante obtenido.

Se transmitió a la población la idea de que se potenciarían los usos múltiples y las externalidades propias de los ecosistemas forestales mediterráneos. “Es decir, el pueblo fue esperanzado con volver a tener una economía sostenible sustentada por el alcornocal que acababa de desaparecer bajo las llamas, que antes del incendio daba una media de 7.000 quintales de corcho anuales (330.000 kilos) a la Cooperativa Corchera San José, constituida por los pequeños propietarios vecinos de Berrocal, siendo la única de su tipo en toda Andalucía. Incluso la Administración se comprometió a traer corcho procedente de otros montes públicos en tanto se podían empezar a aprovechar los nuevos alcornoques, con la idea de consolidar una industria de transformación del corcho con la Cooperativa como eje central. Este compromiso se cumplió dos años. Hoy, la Cooperativa consigue unos 2.400 quintales anuales (110.000 kilos), una bajada de producción del 68% que hace que esté a punto de cerrar por falta de materia prima suficiente”.

Andalucía produce 35.000 toneladas de corcho al año y posee la mitad de superficie de alcornocal del mundo, generando en torno a 70 millones de euros de beneficio. “Pero actualmente, y ante la falta de apoyo por parte de la Administración para impulsar la industria de transformación del corcho, la producción se vende en bruto directamente a otros países”.

La restauración forestal en Berrocal se llevó a cabo mediante la firma de 350 convenios de colaboración con pequeños propietarios vecinos del pueblo. Como apoyo puntual a la regeneración natural de la vegetación se sembró bellota, y lo que se pretendía es lo que denominaron restauración integral de hábitats, pero todo ello terminó como los rebrotes en los alcornoques tras el incendio: “fantasmas”. “Porque las repoblaciones no tuvieron ni seguimiento, ni continuidad, ni reposición de marras, por lo cual el 90% no prosperó.

Hubo también un compromiso de reducir la superficie de eucaliptal en el término de Berrocal, puesto que de sus más de 12 mil hectáreas, la mitad son cultivos de eucalipto. A este compromiso la Administración le daría forma mediante la permuta a la empresa propietaria, para fomentar el uso y aprovechamiento como alcornocal. Pero no sólo no ha disminuido, sino que la superficie de cultivo de eucalipto ha aumentado y actualmente existe la amenaza de que la empresa vuelva a sembrar eucalipto en los terrenos donde ya se han cumplido los tres turnos, que son precisamente algunos de los lugares más emblemáticos de Berrocal”.

Desde la plataforma aseguran que, “resulta paradójico que los proyectos de la Administración para restaurar el hábitat afectado por el incendio pretendieran conseguir que la restauración ecológica del monte sirviera a su vez para mejorar la economía y la calidad de vida de las poblaciones rurales del entorno, así como la percepción que dichas poblaciones tenían sobre el medio forestal que les rodea. Un medio forestal que muere lentamente azotado por la enfermedad de la seca, causada por un hongo exótico, que prospera desde hace quince años de una forma vertiginosa debido a la debilidad de los árboles que sobrevivieron, sobre todo alcornoque y encina. Un medio forestal devastado, sin regeneración, y sin apoyo económico para la creación de bosque mediterráneo mediante siembras y plantaciones”.

Como medidas compensatorias, para la diversificación de las actividades económicas se creó un centro de interpretación del Río Tinto, cuyo coste fue de un millón de euros, se construyeron unas pequeñas instalaciones para turismo rural y, debido al envejecimiento de la población, se habilitó un centro para mayores en un edificio del pueblo. Quince años después estos edificios están cerrados y, excepto el centro de mayores, están las obras inacabadas, y sin dotación presupuestaria. “Hay que reconocer que hubo actuaciones efectivas, como el arreglo de algunas infraestructuras viarias de comunicación o la puesta en marcha de una infraestructura para riego agrícola denominada la corona hidráulica. Pero ello no ha dado un medio de vida sostenible que asegure la economía local”, concluyen.

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