Exhuman en Nerva los primeros cuerpos de la mayor fosa común de la Andalucía rural

por Juan Antonio Hipólito Domínguez / 26 de Agosto de 2019 / Publicado en Historia, Nerva, Política

Tal día como hoy en 1936, tropas sublevadas a la II República entraban en Nerva, localidad onubense situada en plena Cuenca Minera de Riotinto, sin oposición alguna. Los hechos acontecidos durante los días posteriores a esa fecha fueron de tal crudeza que, 83 años después, aún se hace difícil de afrontar para los familiares de las víctimas del Franquismo. Afortunadamante, a más de ocho décadas de aquellos terribles sucesos, comienza a recuperarse la memoria histórica para satisfacción de quienes se resisten a olvidar esta afrenta del pasado.


En este municipio minero se sitúa el enterramiento común más grande de los 120 contabilizados en Huelva, la segunda provincia con mayor número de fosas de Andalucía. Se trata de la mayor fosa común documentada en una zona rural andaluza. Se encuentra en el interior del cementerio municipal y ocupa prácticamente todo el muro de la fachada principal, de extremo a extremo, con más de 200 metros cuadrados, a excepción de la puerta de entrada que divide a la fosa.

A la espera del correspondiente cotejo de ADN, con la intención de devolver los restos de las víctimas a sus familiares, el Ayuntamiento de Nerva custodia desde hoy los restos de 23 de más de 200 víctimas del Franquismo que el equipo de arqueólogos dirigido por Andrés Fernández localizó y delimitó en las fosas comunes del cementerio municipal a finales de 2017. 

A falta de una segunda fase de exhumación en la fosa sur, hoy se han presentado las conclusiones de los trabajos de exhumación realizados en la fosa norte durante los últimos meses. Esto ha sido posible gracias a la decidida apuesta de la Diputación de Huelva y la administración local por recuperar la memoria histórica de las personas represaliadas durante la Guerra Civil en esta tierra minera. A pesar de haberse comprometido con la firma del convenio rubricado el 2 de agosto de 2018, la Junta de Andalucía se ha mantenido al margen de estos trabajos desde la toma de posesión del actual Gobierno presidido por Juan Manuel Moreno Bonilla.

Los responsables de este proyecto para la recuperación de la memoria histórica en Nerva han querido hacer coincidir la presentación de los resultados preliminares de los trabajos de exhumación coincidiendo con el 83 aniversario de la entrada en la localidad minera de las tropas sublevadas a la II República. El informe final determina la muerte violenta de la veintena de cuerpos recuperados (la mayoría son hombres mayores de 21 años) sepultados de forma colectiva, junto a restos de proyectiles.

 

 

Apertura de las fosas 80 años después

En noviembre de 2017, el equipo de arqueólogos e historiadores dirigidos por Andrés Fernández inicia la apertura de las fosas comunes creadas hace más de 80 años en el cementerio de Nerva. La Coordinadora Cuenca Minera del Río Tinto para la Recuperación de la Memoria Histórica es la principal impulsora de este proyecto puesto en marcha gracias a la colaboración del Ayuntamiento de Nerva y la financiación de la Dirección General de Memoria Democrática de la Junta de Andalucía. 

 

 

A 30 centímetros de profundidad aparecen los primeros restos óseos de varios adultos, quebrados de forma violenta, y con señales de proyectiles en diferentes partes de lo que un día llegaron a ser sus cuerpos. La visión de las suelas de sus zapatos indican claramente que fueron arrojados bocabajo, unos encima de otros. 

 

                                                 Primeros restos en aparecer a 30 cm. de la superficie. Foto: Juan A. Hipólito

 

Para el recuerdo quedan grabadas a fuego y sangre cientos de historias humanas que han ido pasando de generación en generación, como la que protagonizan las víctimas de las tres cruces existentes en una de las fosas: Luis Ruiz, administrador de Correos; Arturo Albarrán, director de la primera emisora de radio local, y la niña de dieciséis años, Catalina Ramallo. Justamente en este punto fue donde comenzaron en otoño del año pasado los trabajos de indagación, localización y delimitación.

 

Trabajos de localización y delimitación en las tres cruces. Foto: Juan A. Hipólito

 

A los pocos días de abrirse la fosa norte los familiares de desaparecidos en la localidad minera a finales de aquel fatídico agosto del 36 comienzan a pasar por el Campo Santo nervense en busca de alguna pista que les permita reencontrarse ocho décadas después con sus seres queridos.

 

Alfonso Herrera busca al hermano de su abuela con el corazón encogido por la imagen dantesca que presentan los primeros restos con los que se topa el equipo de arqueólogos. Su padre le contó cómo a su tío lo fusilaron simplemente por el hecho de estar enamorado de la persona equivocada. "El que lo señaló estaba encaprichado con su novia. Semejante barbaridad fue suficiente escusa para matarlo. Desconozco si lo culparon de algo en concreto porque jamás se celebró juicio alguno", comenta.

 

 

Eliseo Ramírez no desea otra cosas que encontrar los restos de su abuelo para llevarlos junto a los de su esposa, a la que arrebataron de sus brazos en estado de gestación. "Mi abuela siempre se preguntó dónde estaba su José. Estamos aquí para recuperarlo y llevarlo junto a ella. Nosotros no somos de Nerva. Las últimas noticias que mi abuela tuvo de él fue que lo trasladaron de la cárcel de Naya hasta aquí para fusilarlo. Al parecer, un enfrentamiento con el cura del pueblo fue motivo suficiente para quitarla la vida. También se la arrebataron de forma violenta a su hermano que era concejal en el Ayuntamiento de Zalamea la Real", cuenta.

 

Tres meses después, a comienzo de febrero de 2018, concluyen los trabajos de localización y delimitación de las fosas comunes que albergan a centenares de víctimas. Esta es una de las principales conclusiones a las que llega el equipo de arqueólogos dirigido por Fernández. 

 

 

 

Otra intervención fuera de las fosas

Antes de concluir los trabajos de localización y delimitación de las fosas, y proceder a la exhumación de los restos, los arqueólogos realizan una intervención más fuera de las fosas comunes. Lo hicieron a la altura del cuarto ciprés. Los testimonios verbales de varios familiares de represaliados indican que en ese lugar se enterraron a sus seres queridos casi en la más absoluta clandestinidad. 

Se trata de tres hombres que, como muchos otros, tuvieron que desplazarse a las afueras de Nerva para salvar sus vidas. Sus mujeres iban a visitarlos de forma periódica para darles el poco alimento que conseguían. Pero a finales de octubre dieron con ellos. Ellas cargaron con los cadáveres de sus maridos hasta el pueblo y pidieron permiso para enterrarlos. Lo hicieron a escasos metros del pasillo central, donde desde hace décadas crece un inmenso ciprés. El testimonio fue pasando de generación en generación hasta hoy.

 

Floreal busca a sus antepasados

 José García Mellado, “Floreal”, busca a su padre. Foto: Juan A. Hipólito

 

A más de 80 años de aquella tragedia, los descendientes de aquellas personas luchan por rescatarlas del olvido al que les condenaron los sublevados. El octogenario José García Mellado, “Floreal”, busca a su padre, al que le arrebataron con tan solo 3 años. Juan Carlos Domínguez Cerrato quiere encontrar los restos de su abuelo materno.  También buscan los de Manolillo Rodríguez. Todos están convencidos de que los tres féretros que aparecieron a escasos metros del cuatro ciprés son los de sus antepasados porque, entre otras cuestiones anómalas que rodean este caso, carecen de toda numeración, signo o lápida que los identifique en el campo santo a diferencia del resto de inhumaciones.

 

Trabajos de localización junto a los cipreses. Foto: Juan A. Hipólito

 

Convenio marco para la recuperación de la memoria histórica

El 2 de agosto de 2018, el vicepresidente de Junta de Andalucía y consejero de la Presidencia, Administración Local y Memoria Democrática, Manuel Jiménez Barrios, y el presidente de la Diputación de Huelva, Ignacio Caraballo, firman en Nerva, en presencia del alcalde José Antonio Ayala, un convenio marco de colaboración para la recuperación de la Memoria Histórica.

Se trata del cuarto convenio de estas características que se rubrica en Andalucía, tras los suscritos con las diputaciones de Cádiz, Sevilla y Granada. Con este acuerdo se refuerza la colaboración entre Administraciones en esta materia y se dota de marco legal la cooperación y la firma de convenios específicos dirigidos a la localización de fosas y la dictadura franquista, así como iniciativas para divulgación y conocimiento de la historia.

 

 

Este mismo día, por la tarde, el equipo de arqueólogos dirigido por Andrés Fernández ofrece con todo lujo de detalles los pormenores de los trabajos de indagación, localización y delimitación realizados a pie de campo en las fosas comunes de Nerva entre octubre de 2017 y febrero de 2018. Las actuaciones realizadas han conseguido la localización y delimitación de distintos depósitos colectivos en una superficie de 100 m2, donde se ha documentado de forma contundente la existencia de represaliados de la Guerra Civil.  

Los trabajos arqueológicos se completan con la indagación histórica complementaria, obteniéndose la confirmación de 221 víctimas documentadas que pueden verse aumentadas debido a las ejecuciones que no fueron registradas en documento alguno.

 

 

 

Inicio de la exhumación 

El 20 de mayo de 2019 se inician los trabajos de exhumación individual y ordenada de los restos hallados en la primera fosa gracias al convenio de colaboración firmado el verano pasado entre las Administraciones provincial y regional.

El alcalde de Nerva, José Antonio Ayala, califica el hecho de día “histórico” para la localidad minera. “Es un momento histórico para nuestro pueblo porque después de sortear innumerables obstáculos, por fin, comienza la exhumación de los restos hallados en las fosas. Empieza el final de una de las etapas de la historia más negras de Nerva que supondrá el principio del fin del sufrimiento de tantas familias que aún no saben dónde están los restos de sus seres queridos. Ya no hay marcha atrás, se va a continuar con la justicia y reparación de la memoria de las víctimas que lucharon por la libertad y la democracia y terminaron en las fosas comunes de este municipio”, destaca.

En los mismos términos se expresa el máximo representante de la Coordinadora por la Memoria Histórica de la Cuenca Minera de Río Tinto, Juan Alfonso Barba, quien ha destacado que, “se trataba de un proyecto ansiado que, a pesar de todos los obstáculos técnicos y, últimamente políticos por parte de la Junta, afortunadamente podrá concluirse gracias a la perseverancia del Ayuntamiento de Nerva y la colaboración de la Diputación de Huelva”. Barba espera que muy pronto los familiares puedan reencontrarse con los suyos tras más de 80 años de ausencia.

 

 

 

Los hechos históricos

 Todo ocurrió en el verano de 1936. A penas quedaban seis días para despedir agosto y se cumplía poco más de un mes del alzamiento militar liderado por el General Mola, tras el fracasado golpe de Estado urdido contra la II República. Nerva, localidad onubense de 17.000 habitantes, ubicada en la Cuenca Minera de Riotinto, permanecía sitiada por las tropas sublevadas y aislada del resto de municipios de la provincia de Huelva, más allá del territorio minero, donde el control del Ejército era total.

Hacia el mediodía del 26 de agosto, una comitiva liderada por el médico Juan Sacalugas salía al encuentro de las tropas apostadas a las puertas de la localidad minera con una misiva del alcalde republicano José Rodríguez en la que se daba cuenta de la rendición del pueblo, sin la más mínima resistencia, y con la única intención de evitar cualquier derramamiento de sangre.

Sin embargo, ese mismo día por la tarde comenzó una represión sin precedentes en la zona que se prolongó durante meses y finalizó con más de 1.500 hombres desaparecidos, casi 300 viudas reconocidas y medio millar de huérfanos, según consta en los archivos municipales. Además, la empresa que gestionaba las minas de Riotinto, donde trabajaban cientos de nervenses, llegó a contabilizar hasta 1.709 bajas semanas después, tal y como se detalla en los documentos custodiados en el archivo histórico de la Fundación Riotinto.

Las secuelas físicas y psíquicas de aquel acontecimiento aún se evidencian con la existencia de la mayor fosa común registrada en tierras onubenses. Se trata de la segunda más grande señalizada en Andalucía con más de 200 metros cuadrados divididos en dos parcelas: 140 metros cuadrados en la Fosa Norte y 83 en la Sur). Se encuentra situada nada más atravesar las puertas del cementerio municipal de Nerva y en ella se prevén que puedan estar depositados los cadáveres de cientos de vecinos. 

¿Cuál fue la causa o razón de tal represión? El pueblo fue entregado de forma pacífica, sin apenas resistencia ni derramamiento de sangre ¿Qué motivo tal castigo? ¿Existía algún tipo de condicionante político-sindical, económico, religioso o de cualquier otra índole para justificar el fusilamiento de cientos de vecinos sin juicio previo, ni sentencia escrita, ni lista oficial de detenidos? ¿Cuáles fueron las consecuencias sobrevenidas? 

 

 Camión minero blindado del bando republicano durante la guerra civil.  Fuente: Manuel Aragón

 

El origen y las causas del castigo

La Cuenca Minera onubense, cuyo corazón político y social latía con fuerza en Nerva, ajeno al control socio-económico que la empresa inglesa encargada de la gestión de las minas de Riotinto ejercía en otros pueblos de la comarca, se había convertido en una de las zonas de mayor conflictividad laboral del país. Las reivindicaciones laborales y las huelgas generales, encabezadas por grandes líderes sindicales de la UGT y la CNT, y secundadas por partidos políticos de izquierda, (socialistas, comunistas, republicanos y anarquistas), estaban a la orden del día.

La valentía de los mineros y, sobre todo, la fidelidad demostrada durante los primeros días del conflicto, convirtió a la Cuenca Minera en punto de referencia para los defensores de la democracia y objetivo prioritario de los sublevados. El convoy de mineros, cargados con fusiles y dinamita, que se dirigió hacia Sevilla durante la madrugada del 19 de julio para defender la II República contra los militares sublevados daba buena cuenta de ello. 

Pero aquella aventura “paramilitar” de los mineros terminó a las puertas de la capital hispalense, en la rotonda de La Pañoleta (Camas), con la emboscada que le habían preparado los militares sublevados al mando de Queipo de Llano. El enfrentamiento se saldó con una treintena de muertos y más de medio centenar de detenidos que después fueron ajusticiados, a excepción de un menor de edad. 

La alocución del General en Radio Sevilla no se hizo esperar. Esa mima tarde relataba lo ocurrido así: “Y aquí, en las inmediaciones de Sevilla acaba de ocurrir un hecho que merece ser publicado. Desgraciadamente es un episodio en el que ha habido muchas víctimas, cuya sangre debe caer sobre la conciencia de sus canallas dirigentes”. (Charla radiofónica, 19 de julio, reproducida en Historia de la Cruzada española, y citada por I. Gibson, O.C. pág.: 135).

Ese mismo día, por la tarde, se prendía fuego en Nerva a la Iglesia de San Bartolomé, Patrón del pueblo, y se saqueaban los negocios y las casas de varias familias de derechas, así como varias sociedades comerciales en las que solían reunirse hombres de negocio, según se recoge en el Informe-Memoria redactado por el Jefe Local de la Falange, M. Posado, solicitado por la Audiencia Provincial de Huelva, a instancias del Gobierno de Franco para la Causa General del Marxismo en España.

Tras el fracaso cosechado con la columna de mineros en Sevilla, la UGT y la CNT declaran en Nerva la huelga general revolucionaria y crean un Comité de Defensa para controlar la zona. Se paraliza la actividad minera y se requisan los camiones de la Cía. para transformarlos en “carros de combate”. 

 

Entrada en Nerva de las tropas sublevadas a la II República. Fuente: Manuel Aragón

 

Las consecuencias y las secuelas de la represión

Ya lo advirtió Queipo de Llano en una de sus vehementes alocuciones radiofónicas dirigida a  los mineros de Rio Tinto que no se sumaran a la rebelión y siguieran fieles a la II República. “Y advierto que muy pronto la zona de Rio Tinto será inofensiva...Podéis, pues, dormir tranquillos, sevillanos, que los mineros serán aplastados, a pesar de toda la dinamita que tengan reunida para defenderse”. (ABC, - 18 agosto de 1936, GIBSON, p373). 

Una semana antes de la entrada de las tropas en Nerva, la aviación bombardeó por primera vez la zona minera con graves consecuencias para las localidades de El Campillo y, sobre todo, Nerva en la que el número de víctimas mortales alcanzó la veintena. El 23 de agosto, en vez de bombas, cayeron octavillas en las que se instaba a los mineros a la rendición. 72 horas después, la última localidad onubense fiel al Gobierno de la II República, que había plantado cara al levantamiento miliar, se rendía de forma pacífica.

Los sucesos acontecidos en la localidad minera tras la entrada de las tropas el 26 de agosto de 1936 fueron de tal crudeza que, aún hoy día, 80 años después, se hace difícil de afrontar para los familiares de las víctimas. La inmensa mayoría de ellos desconoce si sus antepasados, aquellos que las autoridades locales contabilizaron por más de un millar de hombres desaparecidos durante los últimos días de aquel luctuoso estío, se encuentran en la doble fosa común de 223 metros cuadrados, ubicada tras los muros de la fachada principal del cementerio municipal.

Sirvan algunos datos de población para hacernos una idea de la magnitud de los hechos ocurridos: el censo de Nerva, que antes de la contienda bélica rondaba los 17.000 habitantes, la localidad con mayor número de habitantes de la Cuenca Minera de Río Tinto, cayó hasta los 15.000 registrados en 1940, y el número de obreros que trabajaban en los tajos de la mina, que antes de la guerra alcanzaba los 8.500 trabajadores, descendió hasta los 5.400 empleados.

Las secuelas de aquella represión no solo fueron físicas, también psíquicas: el temor a nuevas represalias caló hasta los huesos en una población que, paralizada por el miedo, vio con impotencia como se anulaba por completo el carácter reivindicativo de sus gentes. Tuvieron que pasar más de 30 años para ver resurgir esa valentía minera en forma de organizaciones políticas y sindicales de corte clandestino; más de medio siglo para empezar a hablar, no sin cierto recelo, sobre todo lo ocurrido; y 80 largos años para atreverse a reivindicar la identificación y la recuperación de unos cuerpos sepultados en una doble fosa común marcada con cruces anónimas.

 

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